Pues sí, para que lo vamos a negar. Tenemos el gafe. Nos guste o no.
Ah, perdón, ¿que de qué estamos hablando?
De
las obras de nuestro Colegio...
Se nota en el ambiente, se huele, se siente... ¡Por favor, tres kilos de patas de conejo ya! (sintéticas, eh, que no maltratamos a los animales)...
Es que desde un principio ya se olía la mala suerte.
Todo empezó hace ya
ocho o nueve años. ¡Que felices eramos entonces!. España iba en un formula uno, los niños nacían como rosquillas, los colegios se quedaban pequeños (hasta hubo que poner una línea más en algunos cursos...), eramos la caña.
Y claro, que mejor que proyectar
una ampliación del Colegio. La situación lo pedía. Nuestro centro lo iba a necesitar. Los expertos pronosticaban que la situación iba a continuar por lo menos hasta el 2050 o más. Se iba a reír EEUU, ¡más dinero y más niños que en Alemania!.
Y entonces, llego la
mala suerte (que mala suerte ¿no?). Primero desaparecieron los expertos y sus pronósticos, y claro, la mala suerte campó a sus anchas, y empezó la
crisis. Los dineros se fueron, los niños dejaron de nacer y todo quedó en el aire (en plan gran nube de verano, que se ve o no se ve, pero está ahí).
Lo dicho, la mala suerte apuntaba maneras. Si hubiera tardado sólo un poco más en llegar, seguro que nos hubieran ampliado el colegio... Total, un caso claro de mala suerte.
Fue pasando el tiempo, pero la mala suerte se instaló en nuestros corazones.
De ahí que, cuando hace
un par de cursos por fin llegara el dinero para la ampliación, pues ya no hubiera tantos niños para llenar esas clases (que mala suerte...). Y encima, no se podía cambiar el proyecto por, digamos,
un pabellón para que los niños y niñas del Colegio pudieran hacer sus
actividades deportivas y extraescolares en unas instalaciones adecuadas, independientemente del tiempo (otra vez la mala suerte...).
Ya teníamos hecho el cuerpo a esa mala suerte, así que lo mejor era esperar que llegaran más niños de nuevo y llenaran nuestro colegio con su algarabía (que felicidad...).
Y comenzaron las obras...
Y comenzó el curso...y continuaron las obras...
Y continuó el curso...y se pararon las obras...
Y terminó el curso...y las obras siguieron paradas...
Y...y es mala suerte ¿eh?. Está claro que tenemos el gafe.
A ver si no...
Iban a llegar nuevos niños/as para las nuevas aulas...pero han llegado
nuevos profesores/as a los que les han cerrado las suyas ¿? (bienvenidos todos ellos).
Un caso claro de malentendido...o mala suerte...
Fijaos si llega a ser así, que este verano
se felicitaban los órganos encargados de estas cosas (no recordamos bien cuales son...nos perdemos) de lo bien que estaban quedando las obras en los centros escolares en Granada, y
va el nuestro y se cae de la fila...lo dicho, mala suerte, total, total.
En fin.
Le estamos empezando a coger cariño a la obra (síndrome de Estocolmo...), y estamos buscando ideas para aprovechar la situación...pero esto será en otro capítulo.
Mientras tanto, si alguien conoce algún remedio contra la mala suerte, estamos abiertos a escucharlo...si no se nos cae el tinglado antes (cuestión de suerte)...